56. Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas. Muchos dirán que no tienen conciencia de realizar acciones inmorales, porque la distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito. Por eso, hoy «cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta»
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De alguna manera, todo lo expresado en los últimos números se puede atribuir a la existencia de una economía insensible, un «mercado divinizado» que no mira ni a las personas ni al medio ambiente como finalidad, sino tan sólo como objeto de intercambio en búsqueda de la maximización de los beneficios. No es extraño, por tanto, que el Papa llegue a decir que «esta economía mata»… (Por cierto, si quieres saber más de por qué dice esto, aquí tienes la presentación de un libro que desarrolla esta idea.)
El Papa entiende esto como una degradación moral del ser humano. La degradación de confundir los medios con los fines, y de intercambiarlos entre sí. Muchas veces sin ser conscientes de ello, porque o no nos damos cuenta, o no queremos darnos cuenta de lo que realmente ocurre detrás de los «intercambios mercantiles»… El ser humano es capaz de esta bajeza, de la que sólo puede salir si se abre al otro, a la existencia del otro, a los problemas del otro. A la existencia, en definitiva, de un Otro que le interroga y le hace salir de sí. Cuando uno vive tan sólo desde su propio ombligo, puede llegar a convertise en cómplice de esta economía asesina… y, de alguna manera, de los asesinatos que comete.
¿Cómo vivimos nosotros esa complicidad?
Miguel Ángel