Trabajando en un itinerario de espiritualidad ecológica

El pasado fin de semana, 16 a 18 de junio, nos reunimos en la casa San Martín de la Fundación Tierra Habitada, un grupo de amigos creyentes de diversas procedencias (entre ellas Cristianismo y Ecología, Fundación Tierra Habitada, Comisión Diocesana de Ecología Integral de la Archidiócesis de Madrid, Orden Carmelitana y Grupo de sensibilización ecosocial de la parroquia Nuestra Señora de Las Rosas de Madrid) con inquietudes en torno a la espiritualidad ecológica. El objetivo era experimentar, en primera persona, un retiro de introducción a este ámbito de la espiritualidad en el que llevábamos trabajando durante varios meses, para posteriormente poderlo ofrecer a aquellos cristianos que así lo deseen en la profundización en esta dimensión de la espiritualidad cristiana.

Preparándonos para la lectio creatio

Con esta intención nos citamos el pasado viernes 16 para poner el retiro «experimental» en las manos de Dios y comenzar con dos actividades en torno a la conexión del ser humano con la naturaleza, una a través de la conexión con los seres vivos que pueblan cualquier rincón de nuestros campos, y otra a través del asombro ante la enormidad de la creación a través de la contemplación del cielo estrellado. Tras esta entradilla, iniciamos el sábado con algunos ejercicios «del cuerpo y del espíritu», y a continuación realizamos una experiencia de lectio creatio, de oración a partir de la naturaleza (que Fr. Eduardo Agosta nos explica en este podcast de Radio María a partir del minuto 10), pues tenemos en dicha naturaleza un don creado y puesto a nuestra disposición por Dios en el que Él mismo se nos revela, haciendo que pueda ser considerada como el segundo libro revelado, tras la Biblia, que sería el primero (aunque no cronológicamente). De ahí que san Pablo pueda decir a los romanos que «lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos [los gentiles], pues Dios se lo manifestó; desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante sus obras» (Rom 1, 19-20), pues, como también dice a los atenienses, «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él… da a todos la vida, el aliento y todas las cosas» (Hch 17, 24-25).

Tras compartir esa experiencia de oración en la naturaleza, la tarde se la dedicamos a diferentes aspectos de espiritualidad ecológica que se pueden contemplar en la elaboración de la comida y en nuestros propios compromisos y militancias por el cuidado de la creación y de nuestros hermanos, y llevando todo ello a la Eucaristía que cerró nuestro retiro en la mañana del domingo. La valoración ha sido muy positiva por parte de todos los participantes, y se abre ahora un período en el que dar, tras lo experimentado, un último «retoque» al esquema del retiro que le permita una mayor coherencia y solidez, y encuadrarlo en un proceso catequético de iniciación en la ecología integral para que pueda ser accesible a cualquier creyente que tenga inquietud en este ámbito y quiera enriquecer su experiencia espiritual desde la ecología, sea cual sea su itinerario previo de fe.

Preparando pan para la comida del domingo

Y de cara al año que viene comenzaremos a trabajar en un segundo paso que profundice algo más en la dimensión ecológica de la espiritualidad cristiana. Creemos que esto tiene dos potencialidades: por un lado, ampliar y enriquecer la experiencia espiritual y de fe de los creyentes, y por otro abrir al contacto con la fe a otras personas no (abiertamente) creyentes que, sin embargo, sintonizan con los principios de la ecología integral.

Ponemos confiadamente todo este trabajo en las manos de Dios, a quien pedimos orientación y estímulo, y animamos a todos los cristianos a abrirse a esta nueva dimensión de la espiritualidad cristiana tan vinculada a la conversión ecológica que nos solicitan los papas desde san Juan Pablo II.

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