2-IV. El mensaje de cada criatura en la armonía de todo lo creado
84. Cuando insistimos en decir que el ser humano es imagen de Dios, eso no debería llevarnos a olvidar que cada criatura tiene una función y ninguna es superflua. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. La historia de la propia amistad con Dios siempre se desarrolla en un espacio geográfico que se convierte en un signo personalísimo, y cada uno de nosotros guarda en la memoria lugares cuyo recuerdo le hace mucho bien. Quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio, cuando vuelve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad.
(Imagen enlazada de https://avanzapormas.com/mensajes-cristianos/wp-content/uploads/2015/04/paz1-e1464783188152.jpg)
Aparece de lleno el lenguaje de la ternura: «caricia de Dios». Como se desprende de un Dios amoroso, toda la realidad, toda, es una caricia de su amor por nosotros y por todos los demás seres vivos… Y nada sobra, nada está de más.
Quizás el problema sea sentir esa caricia. Porque la caricia es suave, tierna, afectuosa, tranquila... Como la suave brisa que Elías sintió en el monte Horeb (1Re19, 12b). Y para sentirla hace falta estar quieto, tranquilo, abierto... (No parece que esas sean las actitudes que promueve la sociedad en que vivimos)
Todo es un regalo, todo es una caricia de Dios. Sólo hace falta la quietud necesaria para sentirla… hasta en nuestros propios orígenes.
Miguel Ángel