8. Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos»[6]. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos.
6. Discurso en el encuentro ecuménico e interreligioso con los jóvenes, Skopie – Macedonia del Norte (7 mayo 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (10 mayo 2019), p. 13.
Dios nos ama a todos y a cada uno de nosotros por igual, y, para un creyente, esa es la fuente de nuestra dignidad. Pero no nos ama aislados, sino que nos ama y nos conoce en relación («hombre y mujer los creó»), en pueblo… Porque la relación nos constituye, no es algo opcional en nuestra vida.
Y ese amor de Dios no viene condicionado por la fe que tengamos cada uno, o por nuestras convicciones existenciales; esas discriminaciones tan sólo tienen cabida en nuestras mentes y corazones, no en el ser de Dios. Dios nos ama a todos, y nosotros también debemos amar a todos si nos entendemos correctamente como cristianos.
Por eso el sueño que expresa el Papa es un sueño universal, y un sueño compartido. Porque la fraternidad es universal, y sólo se puede vivir desde el encuentro y la comunión, desde la acogida y la aceptación, desde la auténtica filiación en un sólo Dios que nos quiere a todos como única familia humana…
Soñemos juntos la fraternidad. Y después, como hermanos, pongámonos en marcha a reforzarla y ampliar su alcance a toda la humanidad.
De la competencia a la comunión. Del aislamiento a la colaboración. Abandonar la insatisfacción, la huida, el miedo, y soñar... un sueño comunitario que la propia comunidad hace posible. Un sueño de felicidad, una felicidad que se comparte, un compartir que ya en sí es un sueño...
Imagen enlazada de http://www.fundacionananta.org/web/images/stories/uganda%20manos.jpg
Es un hermosísimo alegato a favor de la vida comunitaria y a la vez un mensaje totalmente a contracorriente de los mensajes con que se nos bombardea cada día.
Desde que uno es niño en la escuela hasta la juventud en la que se sigue compitiendo por conseguir plazas exclusivas en estudios, en trabajos, siempre compitiendo contra los demás por los recursos escasos, nunca junto con los demás para compartirlos. Ese es otro de los motivos de la eterna tensión con que vivimos, de la constante insatisfacción, del miedo a los demás, de la huida del otro, de la falta de paz en nuestras vidas.
Es otro hermoso secreto que nos vuelve a descubrir Francisco en las siguientes palabras: _Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […]_
Qué importante descubrir todo esto nuestras vidas y vivirlo así. Demostrar en nuestro entorno que la búsqueda del aislamiento y el individualismo es un grave error que nos priva de disfrutar de la vida cada día. Y demostrar cuántas veces hemos sido felices conviviendo con los demás . Esa es nuestra verdadera naturaleza; la de hermanos, la de hijos, la de amigos… que se apoyan, se ayudan y que disfrutan compartiendo la vida.