77. «Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos» (Sal 33,6). Así se nos indica que el mundo procedió de una decisión, no del caos o la casualidad, lo cual lo enaltece todavía más. Hay una opción libre expresada en la palabra creadora. El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo de autoafirmación. La creación es del orden del amor. El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste, porque, si algo odiaras, no lo habrías creado» (Sb 11,24). Entonces, cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. Hasta la vida efímera del ser más insignificante es objeto de su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su cariño. Decía san Basilio Magno que el Creador es también «la bondad sin envidia»[44], y Dante Alighieri hablaba del « amor que mueve el sol y las estrellas »[45]. Por eso, de las obras creadas se asciende «hasta su misericordia amorosa»
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Si la vida es (o no) un accidente es una cuestión que preocupa a muchos. Si lo es, tanto la alegría como el sufrimiento son sucesos aleatorios de una cadena de acontecimientos que ocurren porque sí, sin una lógica aparente, por mucho que intentemos descifrar las leyes con que funciona el Universo. Si no es un accidente, la realidad nos tiene que hablar, de alguna manera, de su propio origen y fundamento.
La revelación judeocristiana nos habla, precisamente, de Dios como origen y fundamento de todo. «En lo bueno y en lo malo, en la salud y la enfermedad», como decía el antiguo ritual del matrimonio; pero si en este caso se trataba de amar al otro miembro de la pareja a pesar de sus defectos, en el caso de la creación Dios, Él está detrás de «lo bueno y lo malo» desde su perfección y su poder: las cosas son sólo buenas o malas para nosotros y desde nuestra limitada perspectiva, pero desde la suya todo procede del amor. Un amor no sólo más grande que el nuestro, sino también, y sobre todo, más grande que nosotros mismos.
Es difícil saber si nosotros, como criaturas privilegiadas dentro del conjunto de la creación, llegaremos algún día a hacernos plenamente conscientes de ese amor que nos supera. Mientras tanto, nos queda escuchar, contemplativamente, la canción que aquí proponemos de la hermana Glenda, como apoyo para aprender a comprender, cada día más, el amor que Dios nos tiene… y que tiene a cada una de sus criaturas. Y aceptar la invitación a la confianza que nos lanza el grupo Ixcis, para abandonar nuestras redes y dejarnos enredar, con el resto de la creación, por el Señor…
Miguel Ángel