LS 78. Cuidar a «nuestra hermana la madre Tierra»

78.  Al mismo tiempo, el pensamiento judío-cristiano desmitificó la naturaleza. Sin dejar de admirarla por su esplendor y su inmensidad, ya no le atribuyó un carácter divino. De esa manera se destaca todavía más nuestro compromiso ante ella. Un retorno a la naturaleza no puede ser a costa de la libertad y la responsabilidad del ser humano, que es parte del mundo con el deber de cultivar sus propias capacidades para protegerlo y desarrollar sus potencialidades. Si reconocemos el valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo las capacidades que el Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del progreso material sin límites. Un mundo frágil, con un ser humano a quien Dios le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder.

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El párrafo desarrolla a la perfección la alabanza por «nuestra hermana la madre Tierra» con la que el Papa da comienzo a la encíclica, procedente del Cántico de las Criaturas. La madre Tierra es generadora y sustentadora de formas de vida, y eso genera asombro, admiración y hasta agradecimiento en el ser humano.

Pero no es la divinidad: no es todopoderosa, no es eterna y comparte la fragilidad del resto de criaturas. El judaísmo, a diferencia de otras grandes religiones de la época, lo tuvo bien claro: la Tierra no es Dios… Su fragilidad y vulnerabilidad la hace ser, por el contrario, hermana.

¿Y cómo se sitúa entonces ante ella el ser humano? Pues desde el principio Dios condena la indiferencia ante el hermano, como nos recuerda el relato bíblico de Caín y Abel. Y aunque el ser humano sea frágil y vulnerable, está dotado de inteligencia, que le permite darse cuenta de la situación del planeta en el que vive y que él mismo está creando, y tomar las decisiones necesarias para mejorarla.

Con todo, tampoco es Dios, no puede controlarlo todo ni es capaz de someterlo todo. Tiene que aceptar la limitación de su situación, porque, a pesar de su inteligencia, le toca el papel de hermano menor: mientras que la Tierra puede sobrevivir sin el ser humano, el ser humano no puede sobrevivir sin la Tierra. Deberemos ser humanos, recordar nuestro origen (del humus) y actuar con humildad.

Miguel Ángel (con Teresa y Juan Pablo)

 

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