Preparar la Cuaresma con el Papa (y IV)

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA DE 2019

«La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19)

3. La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón

Por esto, la creación tiene la irrefrenable necesidad de que se manifiesten los hijos de Dios, aquellos que se han convertido en una “nueva creación”: «Si alguno está en Cristo, es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo» (2 Co 5,17). En efecto, manifestándose, también la creación puede “celebrar la Pascua”: abrirse a los cielos nuevos y a la tierra nueva (cf. Ap 21,1). Y el camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual.

Esta “impaciencia”, esta expectación de la creación encontrará cumplimiento cuando se manifiesten los hijos de Dios, es decir cuando los cristianos y todos los hombres emprendan con decisión el “trabajo” que supone la conversión. Toda la creación está llamada a salir, junto con nosotros, «de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21). La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna.

Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón. Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad.

Queridos hermanos y hermanas, la “Cuaresma” del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del pecado original (cf. Mc 1,12-13; Is 51,3). Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que «será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21). No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación.


Como paso del pecado hacia el estado de gracia, de redención que está aguardando con expectación la creación, como «con dolores de parto», el Papa nos habla de la necesidad de conversión. La Cuaresma es, en este sentido, un tiempo privilegiado para ello, un recorrido de conversión que nos llevará a poder vivir la Pascua en la triple dimensión de lo personal, lo familiar y lo social, y a celebrar la Pascua con el conjunto de la creación, que será así creación renovada. De ahí que el Papa nos presente las tres «herramientas» de la penitencia cuaresmal en clave de ecología integral:

  1. El ayuno, o la renuncia a la avidez y la explotación de lo creado. Una renuncia que, lejos de oprimirnos, nos libera y nos abre el apetito para el verdadero alimento, el don de Cristo resucitado en la Pascua.
  2. La oración para colocarnos en la verdadera órbita de Dios Padre, de su creación, de su don misericordioso, de su amor infinito…
  3. Y la limosna, que nos muestra desprendidos, solidarios, abiertos al hombre y la mujer que sufren, conectados…

De esta manera nos pondremos en la sintonía de Dios, y haremos de cable conductor para que toda la creación se coloque en esa misma sintonía. No será tarea de un día, ni de dos, pero sí tarea apasionante desde el principio.

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