Comienza la segunda semana de Adviento con una llamada clara a la acción, a levantarse y confiar en la acción del Señor, que está en marcha. «Dios ha mandado rebajarse a los montes» y «guiará a Israel con alegría». ¡Vamos! ¿Qué esperas? ¿Ponte ya en marcha!
Y es que podemos caer en el riesgo de vivir el Adviento como espera pasiva, espera a la expectativa, espera inmóvil e inmovilista que se repite año tras año, sin mayor perspectiva que la celebración de la Navidad. Pero la Navidad ya se celebró, la verdadera, la auténtica, la de las posadas completas y el niño que nacía en un pesebre… Cierto que la recordamos año a año para recuperar esa expectación, pero no deberíamos olvidar que ahora nuestra esperanza tiene un horizonte más largo, definitivamente mayor: es la espera escatológica, la espera de la revelación final de Jesucristo y de los hijos de Dios, hacia la que tenemos que ponernos en marcha. Porque es una espera ya lanzada, una venida definitiva ya puesta en marcha, en cuya onda hay que colocarse…
Como Pablo a los filipenses, este mensaje podría estar dirigido perfectamente a nosotros: «el que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús» (Flp 1, 5). Así pues, preparemos caminos y allanemos senderos, para poder «contemplar la salvación de Dios». Y hay muchos caminos y senderos que podemos ya ir preparando activamente… Por si no se te ocurre ninguno, ahí van dos propuestas: el de la justicia y el del cuidado de la creación. Para empezar, no está mal, ¿no?
Miguel Ángel