«Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios», «En el desierto preparadle un camino», que el Señor llega con poder para traer su salvación… No te quedes ahí mirando, sal a los caminos, allana, consuela, proclama…
Desde luego, nada parecido a la inacción, a la espera pasiva de la llegada de alguien externo que nos saque de los muchos problemas que hoy tiene el mundo. Muchos, sí, pero nunca suficientes para conformarnos con mirar y esperar, con preparar la casa para recibir a un Señor que en realidad nos quiere con la mochila peregrinando, a veces delante abriendo y preparando el camino, a veces detrás siguiéndole… En todo caso, dispuestos a vivir la espera en la acción cotidiana, en el aliento, en la lucha (contemplativa, eso sí, pero lucha también) por la justicia, la paz y el cuidado de la creación. Porque el hijo del hombre no tiene morada para reclinar la cabeza, tiene camino, tiene mundo…
A Dios se le espera y se le encuentra en la vida. No se queda contemplando el rebaño, sale a buscar a la oveja perdida. Quizás lo encontremos si estamos buscándola nosotros también, en vez de resguardarnos en nuestras seguridades…
Miguel Ángel