«Rebosar de amor» (Adviento 2018)

Las lecturas del día de hoy, domingo con que se inicia el Adviento, provocan sensaciones encontradas. Por un lado, el evangelio habla de caos y destrucción, de angustia de la gente y de la venida del hijo del hombre, que liberará a los fieles; por otro, la carta de Pablo a los tesalonicenses les invita a «rebosar de amor» para estar preparados para la venida del Señor. Incluso en medio de las crisis, el creyente ha de estar centrado y sabiendo lo que tiene que hacer, cuál es el principio de su vida.

Si contemplamos esto con perspectiva ecológica, no es difícil encontrar una resonancia entre el evangelio de hoy y los informes de muchos grupos científicos, que avisan de la gravedad de la crisis ecológica que nos puede esperar en el futuro. Hay personas y pueblos viviendo ya las consecuencias de esa crisis, con «estruendo del mar y oleaje», que imponen momentos de terror a los seres humanos que las sufren; aunque lo cierto es que muchas otras personas e, incluso, pueblos, permanecen impávidos ante esa realidad, refugiándose incluso en el negacionismo de lo evidente. Pero negar la realidad no nos impedirá sufrirla, y, desde luego, habrá que contemplar esta realidad, contemplar estos acontecimientos, para reconducir nuestra vida y permanecer fieles al Señor, también en nuestra actitud hacia la Creación.

Desde ahí quizás surja la conciencia clara del amor que Dios ha puesto en la Creación, el que ha puesto en cada uno de nosotros. La contemplación de ese amor sólo puede hacer que el amor rebose en nuestro interior y lo podamos expresar tanto ante los otros como ante la propia Naturaleza. La invitación clara de la Laudato si’, ante este riesgo de crisis ecológica, es a la conversión de nuestra actitud, una invitación a «tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar» (LS 19). Será ésta una manera de presentarnos «ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos», como Pablo indica a los tesalonicenses. Y quizás así podamos ser «vástagos legítimos», como indica Isaías, del Dios Padre que nos ama, y podamos contribuir al restablecimiento de la paz, la justicia y el equilibrio de la creación.

Miguel Ángel

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