Evitar que valiosos recursos acaben como desperdicios

Si algo califica al derroche es precisamente el consumo/gasto inadecuado de recursos útiles. Y esto parece estar ocurriendo a diario con nuestra comida: el mundo desperdicia un tercio de los alimentos que produce.

Son muchos los consejos que se dan para reducir esto (pág. 12 del itinerario cuaresmal): comprar sólo lo necesario, comer las sobras antes de cocinar de nuevo, utilizar los desperdicios orgánicos para compost o para producción de energía… Pero aún podemos ir más allá, porque el derroche de recursos suele tener que ver con el nivel de vida, y con la supuesta «necesidad» de cubrir cualquier «necesidad» en el mismo momento que surja, o incluso producir la sensación de necesidad para así poder cubrirla con más recursos, en una espiral sin fin en la que siempre se van a producir «residuos colaterales». Quizás por eso también podemos plantearnos si necesitamos toda la comida que compramos, si necesitamos toda la que comamos, y si no sería bueno, incluso para nuestra salud, comer y comprar algo menos…

¿Quién ha dicho que la salud y la justicia están reñidas? Todo el texto bíblico está repleto de llamadas al ayuno para mejorar la capacidad de acercamiento a Dios, como recogen las lecturas de hoy:

Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor (Jon 3)

La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen (Lc 11)

La epidemia de obesidad, de saciedad, que vivimos en occidente no puede ser buena, ni siquiera a nivel espiritual.

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