Sí, estamos de aniversario. Alguien me lo recordó ayer, ¡menos mal! Es que, sinceramente, soy un desastre para las fechas.
Hoy hace dos años que se publicó la encíclica Laudato si, verdadera inspiradora de estas páginas. En ella hemos encontrado una forma realmente viva y avanzada de entender la ecología en perspectiva cristiana, una ecología integral que entiende unidas la problemática medioambiental y la social. Y todo ello relacionado con la necesidad de una profunda conversión tanto personal como comunitaria.
Hemos de estar de celebración, por tanto, por un doble motivo: por la temática de la encíclica y su contenido concreto, y por el re-equilibrio que plantea en la Doctrina Social de la Iglesia, a la que dota de una nueva dimensión más amplia e integral en la que queda incluida toda la realidad previamente recogida en dicha Doctrina. Y en ello no hace sino reflejar el talante y el magisterio de un papa que habla, con lenguaje de la calle, del amor misericordioso de Dios, y que baja a las plazas la altura teológica que la Iglesia ha ido desarrollando a lo largo de su historia.
Así que agradezcamos la historia de la Iglesia y su presente, la Tradición y el papa Francisco, la defensa de la vida en su comienzo y final y también a todo lo largo de su recorrido, la realidad de la persona y su profunda interconexión con todo lo Creado y, llegado a su culminación, con su Creador. De la integración de todo ello puede surgir una espiritualidad renovada que acreciente el compromiso cristiano, un compromiso integral con el ser humano, con todos los seres humanos y con la casa común que compartimos con el resto de los seres vivos.
Miguel Ángel