«El Señor está en medio de ti», grita el profeta Sofonías en el texto que hoy nos propone la Iglesia en la liturgia. Es el domingo «gaudete», el domingo de la alegría, dentro del tiempo de la esperanza, del Adviento. Esperanza y alegría a la vez, ¿qué nos quiere decir esto?
Vivimos la esperanza muchas veces como una tensión de futuro desde un presente que sentimos como vacío, privado de vida. Esperamos la llegada (otra vez más, la nº 2019 si atendemos a la numeración actual de los años) de Jesús como si no hubiera llegado antes, como si todavía estuviéramos esperando la Navidad, la primera Navidad…
Pero no es así. El niño Dios ya llegó, ya nos señaló la presencia del Reino y, por desgracia, ya se marchó echado por quienes debían recibir su mensaje. Sin embargo, triunfó sobre la muerte y nos acompaña siempre, aunque aún esperemos su llegada definitiva… Pero no podemos olvidarlo: ya incluso antes Sofonías nos alertaba de la presencia de Dios-con-nosotros, y nos invitaba a la alegría. Como también Pablo siguió invitándonos después del paso de Jesús por nuestro mundo, del paso de Dios por nuestras vidas…
Vivamos, por tanto, la esperanza, y seamos esperanza. Dejémonos conformar por ella, expresándola ya en comportamientos visibles y cotidianos (como pedía Juan a quienes se acercaban a escuchar su mensaje de esperanza, y como nos ha repetido hace unos meses el papa Francisco en su exhortación Gaudete et Exsultate) y, aunque pendientes siempre y en todo momento de la definitiva revelación de Dios a la Humanidad y a la Creación completa, dejémonos invadir por «la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio» y que «custodiará [n]uestros corazones». Y volvamos a recuperar una confianza fundante en Dios y en su creación, de la que formamos parte y con dones más que suficientes para colmar nuestra vida, al margen del fragor y el ruido del consumismo de la civilización contemporánea.
Miguel Ángel