3. Hace más de cincuenta años, cuando el mundo estaba vacilando al filo de una crisis nuclear, el santo Papa Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con rechazar una guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz. Dirigió su mensaje Pacem in terris a todo el «mundo católico », pero agregaba «y a todos los hombres de buena voluntad ». Ahora, frente al deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta. En mi exhortación Evangelii gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento especialmente entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.
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Expresada la situación de maltrato a la Tierra, el papa expresa ahora cuál es su intención al escribir la encíclica. No sé trata tanto de pontificar para los convencidos, sino dirigirse a todos, creyentes y no creyentes, porque todos estamos implicados y comprometidos en dar respuesta a situación. Y en un diálogo abierto y fecundo en el que aprender de otros, pues ya se ha trabajado mucho en cuanto a la conservación del medio, y en el que caminar con otros, con los que crecer en el análisis y en la propuesta de cauces de acción.
Hay, pues, toda una espiritualidad del diálogo y la apertura, toda una espiritualidad de respeto y reconocimiento del otro, de sus opiniones y valoraciones. Hay de fondo, por tanto, una conciencia humilde, pero a la vez comprometida, de hacer frente entre todos a lo que ocurre con nuestra causa común. Una conciencia, en definitiva, de Iglesia en el mundo, y no de iglesia separada del mundo.