Tercera semana de Adviento: conscientes de cómo contribuimos a la vida de otros
Domingo 15. Presentación de la Tercera Semana
Is 35, 1-6a. 10
Sal 145
St 5, 7-10
Mt 11, 2-11
Ven, ven Señor no tardes.
Ven, ven, que te esperamos.
Vivimos -en afortunada expresión de una amiga escolapia- en la época del «yo», «yo» – «ya», «ya», lo que nos impide, muchas veces, ver más allá de nuestro ombligo y del instante actual para percibir la vida con perspectiva. Pero ser persona, consiste precisamente en abrirnos a la realidad del otro, ya sea el «prójimo cercano» o el «prójimo lejano» (en el espacio o en el tiempo) para descubrirnos vinculados. Formamos parte de una red de interdependencias y, por ello, todo lo que hacemos repercute en nosotros y en los demás. Dos preguntas bíblicas dividen el corazón humano: la de Caín, «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4, 9) y la del maestro de la Ley que pregunta a Jesús, «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10, 29). Hay dos formas de situarse en la vida: desentendiéndose o implicándose. En esta tercera semana de adviento nos sentimos invitados a descubrir cómo estamos influyendo en la vida de otros. Deseamos que sea para bien.
Escucha con tranquilidad el villancico: Ven, ven Señor no tardes y piensa si te identificas con esta estrofa:
Al mundo le falta vida, / al mundo le falta luz.
Al mundo le falta el cielo, / al mundo le faltas tú.
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
(Francisco de Asís)