El «lugar teológico» (y creyente) de la ecología integral

Andrés Tornos1 planteaba el «lugar teológico» como el ámbito en el que puede darse una inteligencia de la fe, es decir, en el que puede darse el paso desde una intuición básica hasta una experiencia de fe y, desde ahí, a una expresión razonable de esa misma fe. Y si ya clásicamente se entendía como lugares teológicos las diferentes fuentes de la revelación (la Escritura, la Tradición, la doctrina de la Iglesia…), en el s. XVI Melchor Cano incorporaba a la lista la realidad histórica2 y la posibilidad de interpretarla en clave de fe. Este aspecto que ha cobrado gran interés en los últimos tiempos, en los que cada vez va quedando más claro que es difícil hacer teología, a partir de las fuentes auténticas de la fe, sin estar de alguna manera condicionados por el «lugar» desde el que se vive la experiencia creyente y se reflexiona sobre la fe3,4,5.

Hoy podemos decir, por tanto, que la ecología integral plantea también un nuevo lugar teológico, o, quizás más exactamente, define de una manera más completa el lugar desde el que reflexionar y vivir la fe: el ser humano ya no se puede comprender condicionado principal ni únicamente por las relaciones históricas con sus semejantes, sino que también se encuentra influido por el entorno natural en el que vive, las relaciones que establece con el resto de seres vivos y la conciencia de pertenecer al mismo ámbito creado que todos ellos. «Todo está conectado», como repite hasta en 12 ocasiones la encíclica del papa Francisco «Laudato si». Esa experiencia, que no es novedosa en la historia de la Iglesia6, sí aparece de forma renovada con el resurgir de la teología de la creación que, de alguna manera, expresa y promueve la encíclica «Laudato si», culminando un proceso de reflexión a partir de la crisis ecológica que ya se había iniciado años atrás, en el pontificado de san Juan Pablo II7,8.

Hay una cierta confusión, por tanto, en quienes acusan a la ecología integral de estar generando una nueva teología, una nueva fe que se estaría planteando de forma alternativa a la fe tradicional. No se trata de eso; se trata más bien de repensar nuestra fe, de re-vivirla, vivirla de forma renovada, de reinterpretarla, a partir de este re-descubrimiento del lugar del ser humano en la creación: acogido por esta, integrado en esta, inserto en una realidad mayor que, a su vez, apunta a la verdadera realidad que nos desborda: la presencia amorosa, creativa y sustentadora de Dios, que hace posible la vida en todo momento. Nuestra vida.

Tampoco aciertan quienes entienden que la ecología integral estaría planteando una especie de «teología de la crisis ambiental». De la crisis ambiental se puede hacer ciencia, se puede extraer una moral; pero no se puede hacer teología. Ahora, constituye un signo de los tiempos, una realidad que está poniendo en cuestión la forma de estar del ser humano en su medio, un espejo en el que el ser humano puede contemplarse a sí mismo y su relación con el resto de seres vivos, con el conjunto de la creación, y con Dios. Por eso se afirma que la crisis ecológica es, a la vez, muestra de una crisis espiritual m´s profunda. Y de aquí puede surgir perfectamente toda una reflexión de sentido que, desde luego, afecte también a la dimensión religiosa y creyente de la vida. Retomar la teología de la creación y profundizar sobre el sentido de «ser creado» en el seno de una realidad más amplia en la que estamos integrados, sí que puede renovar la base desde la que creemos, pensamos y celebramos nuestra fe. El signo de los tiempos que es la crisis ecológica, pues, nos hace percibir un lugar ampliado desde el que hacer teología, desde el que vivir la fe.

Y es en esta convicción en la que trabajamos en las experiencias ECCE que hemos traído a estas páginas9: tenemos que hacernos conscientes de esa nueva perspectiva, de esa nueva inserción del ser humano. Y tratamos de hacer palpable ese lugar teológico renovado desde, primero, un lugar físico que nos provoque la experiencia de conexión y de pertenencia a una realidad, la naturaleza creada, que nos acoge y nos amplía la experiencia vital y que nos abre, de otra manera ya conocida en nuestra tradición eclesial, a la presencia de Dios en toda la realidad. Y desde ahí a un lugar experiencial, de vivir abiertos y conectados al conjunto de la creación en comunidad de hermanos/as, en la que discernir lo que hoy Dios quiere de nosotros, lo que quiere para nosotros/as.

Pues ahí tienes la invitación. Busca un entorno (hay cientos en nuestra geografía) que te haga más consciente de tu vinculación con la naturaleza, que te abra a la experiencia de la presencia de Dios en la vida, y comparte en grupo de hermanos/as lo que esa experiencia te va mostrando. Es probable que de ahí surja una experiencia que te haga percibir de otra forma tu relación con Dios, con los hermanos y el resto de seres humanos, con la creación y hasta contigo mismo, y que te lleve a modificar tus costumbres y hábitos de vida. Si es asi, bienvenido a la conversión ecológica de la que habla «Laudato si», siguiendo la estela de san Juan Pablo II.

Y si quieres compartir la experiencia con nosotros, puedes sentirte invitado a ello el fin de semana del 25 al 27 de abril próximos con quienes trabajamos en esta perspectiva desde la parroquia Nuestra Señora de Las Rosas (Madrid), como se indica en la imagen adjunta. Serás bienvenido.

  1. Tornos, Andrés. Los Signos De Los Tiempos Como Lugar teológico. Estudios Eclesiásticos. Revista de investigación e información teológica y canónica 53, no. 207 (octubre 1, 1978): 517–532. Accedido marzo 31, 2025. https://revistas.comillas.edu/index.php/estudioseclesiasticos/article/view/18243 ↩︎
  2. Haible, Eberhard. Lugares Teológicos. Accedido 31 de marzo 2025: https://www.mercaba.org/Mundi/4/lugares_teologicos.htm ↩︎
  3. González de Cardedal, Olegario. El lugar de la teología. Discurso de recepción como académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 11 de marzo de 1986. Accedido 31 de marzo de 2025: https://racmyp.es/wp-content/uploads/2023/06/d30.pdf ↩︎
  4. Costadoat, Jorge. El «lugar teológico» en Jon Sobrino. Theol. Xave. [online]. 2016, vol.66, n.181 pp.23-49. Accedido 31 de marzo de 2025: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-36492016000100001&lng=en&nrm=iso. ISSN 0120-3649. https://doi.org/10.11l44/javeriana.tx66-181.ltjs. ↩︎
  5. Schickendantz, Carlos. Los acontecimientos históricos como lugar teológico. Un aporte a la renovación metodológica de la teología. Teol. vida [online]. 2016, vol.57, n.3 [citado 2025-03-31], pp.415-420. Disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492016000300009&lng=es&nrm=iso. ISSN 0049-3449. http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492016000300009. ↩︎
  6. Christie, Douglas E. The Blue Sapphire of the Mind. Notes for a Contemplative Ecology. Oxford University Press, 2012. ↩︎
  7. San Juan Pablo II. Audiencia general, 17 de enero de 2001. Accedido 31 de marzo de 2025: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/2001/documents/hf_jp-ii_aud_20010117.html ↩︎
  8. Tatay, Jaime. Ecología integral: la recepción católica del reto de la sostenibilidad. Biblioteca de Autores Cristianos, 2018 ↩︎
  9. Cristianismo y Ecología. Trabajando en un itinerario de espiritualidad ecológica. Accedido 31 de marzo de 2025: https://cristianismoyecologia.com/2023/06/23/trabajando-en-un-itinerario-de-espiritualidad-ecologica/ ↩︎

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