1. «Fratelli tutti» [1], escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él» [2]. Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite.
1. Admoniciones, 6, 1: Fonti Francescane (FF) 155; cf. Escritos. Biografías. Documentos de la época, ed. Bac, Madrid 2011, 94.
2. Ibíd., 25: FF 175; cf. ibíd., p. 99.
Con sabor a Evangelio.
Con un sabor profundo,
intenso…
Con el aroma original
(como el café),
no con el de un sucedáneo…
Que nuestras vidas sepan a Evangelio,
que nuestras vidas huelan a Cristo.
Va a ser arriesgado:
abrir nuestras vidas a quien viene de lejos,
como se las abrimos a quienes están a nuestro lado.
Porque el valor de las personas
no depende del lugar en que nacieron.
Es un valor absoluto, que no cambia
por el lugar desde el que llegan hasta nuestra vida.
Al menos tengamos el corazón abierto,
al menos
hagámoslo permeable
Con sabor a Evangelio. Un sabor lleno de matices. Un sabor que recuerda a los guisos de mamá, donde se ponía de lo poquito que había y siempre tenía un sabor intenso y delicioso. Porque siempre estaba condimentado con mucho amor y deseo de cuidar.
Amar sin fronteras. Lo pide el corazón en la distancia... Qué difícil hacerlo realidad desde el respeto y aceptación del Ser en su totalidad. Vayamos paso a paso. Al menos pongamos en valor este sentir.
Imagen tomada de https://es.ulule.com/openarms/