Lectura de la profecía de Malaquías 3, 13-20a
Levantáis la voz contra mí, dice el Señor. Decís: «En qué levantamos la voz contra ti?».
En que decís: «Pura nada, el temor debido al Señor. ¿Qué sacamos con guardar sus mandatos, haciendo duelo ante el Señor del universo?; Al contrario, los orgullosos son los afortunados; prosperan los malhechores, tientan a Dios, y salen airosos».
Los hombres que temen al Señor se pusieron a comentar esto entre sí. El Señor atendió y escuchó, y se escribió un libro memorial, en su presencia, en favor de los hombres que temen al Señor.
Ese día que estoy preparando, dice el Señor del universo, volverán a ser propiedad mía; me compadeceré de ellos como se compadece el hombre de su hijo que lo honra. Volveréis a ver la diferencia entre el justo y el malhechor, entre el que sirve a Dios y el que no lo sirve.
He aquí que llega el día, ardiente como un horno: en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz.
Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra; saldréis y brincaréis como terneros que salen del establo.
Palabra de Dios
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Frente a un pueblo que parece no saber comprender la limitación de la realidad, las lecturas del jueves de la XXVII semana, 10 de octubre de 2019, nos muestran un Dios que se revela como quien restaurará el orden debido más allá de la muerte. Pero… ¿es cierto que el mundo es ordenado de por sí, y que por tanto hay que buscar alguna razón específica si no se recompensa con justicia a justos y malvados, tal y como podríamos esperar? ¿No será más bien que la fragilidad de la justicia terrena es constitutiva de su realidad limitada y creatural? Porque así parecen sugerirlo tanto la resolución del drama de Job como el sufrimiento y la muerte del propio Jesucristo, que no pueden achacarse al mérito personal de uno y otro. Evidentemente, esa realidad creatural es la que lleva a la conciencia de que tan sólo Dios es capaz de restaurar la justicia, aunque sea más allá de la propia existencia.
Probablemente, es necesario que aprendamos a aceptar y contemplar la limitación de la vida como una característica fundamental de la misma. Lo que nos abre a la posibilidad de un Dios que nos acoge ya en vida, y en sus brazos podemos ponernos con confianza incluso en circunstancias adversas. Porque sólo Él sabrá por qué el mundo es como es…
Algo así parece sugerir la contraparte de las lecturas de hoy. El evangelio de Lucas (11, 5-13) no parece ofrecer a quien pide algo con insistencia aquéllo que pide; más bien lo que ofrece es el Espíritu Santo, que nos acompañará en el discernimiento y aceptación de las realidades a las que nos podamos enfrentar.
Agradezcamos, pues, la vida, en lugar de pasárnosla, como Job a lo largo de su sufrimiento, culpando de ella al Dios que nos la regaló.
Miguel Ángel