73. Los escritos de los profetas invitan a recobrar la fortaleza en los momentos difíciles contemplando al Dios poderoso que creó el universo. El poder infinito de Dios no nos lleva a escapar de su ternura paterna, porque en él se conjugan el cariño y el vigor. De hecho, toda sana espiritualidad implica al mismo tiempo acoger el amor divino y adorar con confianza al Señor por su infinito poder. En la Biblia, el Dios que libera y salva es el mismo que creó el universo, y esos dos modos divinos de actuar están íntima e inseparablemente conectados: «¡Ay, mi Señor! Tú eres quien hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y tenso brazo. Nada es extraordinario para ti […] Y sacaste a tu pueblo Israel de Egipto con señales y prodigios» ( Jr 32,17.21). «El Señor es un Dios eterno, creador de la tierra hasta sus bordes, no se cansa ni fatiga. Es imposible escrutar su inteligencia. Al cansado da vigor, y al que no tiene fuerzas le acrecienta la energía» (Is 40,28b-29).
74. La experiencia de la cautividad en Babilonia engendró una crisis espiritual que provocó una profundización de la fe en Dios, explicitando su omnipotencia creadora, para exhortar al pueblo a recuperar la esperanza en medio de su situación desdichada. Siglos después, en otro momento de prueba y persecución, cuando el Imperio Romano buscaba imponer un dominio absoluto, los fieles volvían a encontrar consuelo y esperanza acrecentando su confianza en el Dios todopoderoso, y cantaban: «¡Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos!» (Ap 15,3). Si pudo crear el universo de la nada, puede también intervenir en este mundo y vencer cualquier forma de mal. Entonces, la injusticia no es invencible.
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Con frecuencia confundimos la presencia de Dios con el hecho de que las cosas nos vayan bien… y, desgraciadamente, la vida no es tan fácil de entender. Los libros del Antiguo Testamento son, este sentido, una colección de experiencias que en ocasiones se mueven en esa lógica y en otras ocasiones no es así. El libro de Job es un claro ejemplo de esto, y de la vacuidad de los discursos que pretenden simplificar la realidad.
Dios está, independientemente de cómo te vayan las cosas o de lo positiva o negativamente que las puedas vivir. Dios está. Porque Dios es más grande que tu vida, mucho más grande que la visión que tú puedas tener de la misma. Dios está más allá, más acá y más adentro de cada una de tus situaciones. Porque sólo son posibles en Él. Sólo hace falta hacerse consciente de ello, y pocos actividades ayudan a esa conciencia como la contemplación de la naturaleza y de la inmensidad de la creación. Creación y salvación caminan de la mano.
Todo lo que nos ocurre ocurre en el seno de Dios, porque Él siempre nos abraza y nos rodea. No podemos vivir nada que esté fuera de su alcance. Y así lo creían y lo transmitían los profetas.
Miguel Ángel