15. La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación.
¿Dónde está -me pregunto- el reconocimiento de la parte de verdad y de los valores del diferente en la política de nuestro país? ¿Dónde la discusión sana de proyectos a largo plazo? ¿Dónde la preocupación por el desarrollo de todos, de TODOS, y por el bien común? El macroengaño de la política es evidente en nuestro país, pero parece que también en otros muchos. Y el texto de la encíclica que hoy recogemos define perfectamente la situación: suscitar la desconfianza, exacerbar y polarizar, ridiculizar, destruir al otro, vender imagen... Descalificación, manipulación, confrontación... ¿Le pondremos fin a esto?
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