81. El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos. Cada uno de nosotros tiene en sí una identidad personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo Dios. La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico. La novedad cualitativa que implica el surgimiento de un ser personal dentro del universo material supone una acción directa de Dios, un llamado peculiar a la vida y a la relación de un Tú a otro tú. A partir de los relatos bíblicos, consideramos al ser humano como sujeto, que nunca puede ser reducido a la categoría de objeto.
(Imagen enlazada de https://www.gochile.cl/fotos/header/108798-islade-pascua.jpg)
A partir de su presencia amorosa, Dios hace posible el proceso de la creación, en todo su desarrollo. Y en ese proceso observamos en nosotros mismos la aparición de una nueva realidad: la conciencia de sí, la conciencia del otro y de lo otro, y la posibilidad de comunicación. Una realidad que ha tenido un largo recorrido, a lo largo del cual se ha ido desarrollando la creatividad humana, la sociabilidad, la responsabilidad….
Y todo ello vivido en primera persona, lo que supone el surgimiento de la propia identidad personal, de la conciencia de ser sujeto de acciones y derechos, de la propia dignidad. Como sujetos, sabemos que no procede que seamos tratados como meros objetos; como formulaba Kant, no podemos ser tratados como medios, sino tan solo como fines en nosotros mismos
Pero todo ello carece de orientación si olvidamos en qué está basado. Sólo podemos ser auténticos sujetos, y desarrollar plenamente nuestra propia capacidad de comunicación, si no olvidamos nuestra referencia original al amor creador de Dios. Por eso es bueno recordar continuamente de dónde venimos, y dónde está nuestro fundamento.
Miguel Ángel, Teresa y Juan Pablo